En días como hoy, necesito calma. Tengo el cuello rígido de la tensión, lo que hace que me duela la cabeza. Algo que ya ni recuerdo ha actuado como resorte, y ahora tengo que lidiar con este malestar. El viernes tenía una cita en el Ayuntamiento para entrevistar a alguien.
El Ayuntamiento de mi ciudad es un antiguo castillo, y hace pocos años fue restaurado para albergar la casa consistorial. Qué desagradable fin.
Llegué antes de lo acordado a mi cita, y además, mi entrevistada se retrasaba. Me senté en un regio banco en el patio central del castillo, vacío debido a la celebración de Santa Rita, patrona de los funcionarios. Me dediqué a respirar en el silencio, en el frescor de la umbría, disfrutando del susurro chorreante del agua de una fuente que decora el patio, y observando a una bandada de golondrinas que volaban una tras de otra alocadamente, en círculos, persiguiéndose entre las columnas sin errar nunca la trayectoria.
El cielo era azul, el griterío de los pájaros, el frescor del patio, el cántico del agua... duró tan solo cinco minutos, pero fue estimulante para empezar el día. Aquí os dejo un video que grabé, y que no hace justicia al momento.
Necesito calma...
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Me recuerda al patio del museo arqueológico de Granada, en el que normalmente no te encuentras mas que a uno o dos guiris repasando mapas al sol. No hace mucho tuve un momento como el que describes, allí.
ResponderEliminar¿Qué crees que sucedería si dilatasemos esos momentos de contemplación y paz hasta llenar una vida? ¿Sería sostenible de alguna manera?
Supongo que estos momentos son especiales precisamente porque marcan la diferencia. No sabríamos apreciarlos si fuesen eternos. Un besote, desaparecido.
ResponderEliminarVolverán las oscuras golondrinas en tu casa consistorial sus nidos a colgar, pero aquellos funcionarios que llegaban tarde... ¡esos no volverán!
ResponderEliminarAl menos la espera fue dulce :)