martes, 12 de mayo de 2009

Adiós al pálido trovador



Me sacude la noticia, una noticia triste, aunque no inesperada. Ha fallecido Antonio Vega, tras una larga neumonía, con un cáncer de pulmón, y otros lastres que se fue colgando a lo largo de su vida.

Recuerdo la primera vez que escuché una canción suya. Como para muchos, mi primer flechazo fue con su tema 'El sitio de mi recreo', una canción hermosa, tranquila, con un eco lejano de muerte, de desolación, de lejanía. Su voz, clara, limpia, te decía las cosas de una manera directa, como cuando dices algo muy importante, muy sentido, mirando a la otra persona a los ojos.

A partir de ahí, fue mi padre el que empezó a comprar discos de Nacha Pop, y pude disfrutar de otras canciones como 'Lucha de gigantes', que es una de mis preferidas. 'En un mundo descomunal, siento mi fragilidad...'

En sus discos en solitario también encontramos, mi padre y yo, letras hermosas y emocionantes, interpretadas por este hombre frágil y cristalino, consumido por sus adicciones, y que, según me ha contado una amiga que le conoció, era un hombre de una inteligencia sobrehumana, al que interesaba sobremanera el cosmos, las ciencias, las estrellas...

Al final su cuerpo no ha aguantado más. Me impactó, y lo recuerdo ahora, el último programa que hizo Miguel Bosé para Televisión Española, en el que interpretaba canciones de su disco Papito acompañado de numerosos artistas. Uno de ellos era Antonio Vega, que en un momento del programa aparecía sentado en un pequeño sofá, si no recuerdo mal. Se le veía pequeño, agotado, a punto de quebrarse, y recuerdo perfectamente a Miguel Bosé, sentado a su lado casi sin querer rozarle, consciente de que si se movía mucho podría estallar el cristal del que estaba fabricado Vega, y pude ver en los ojos de Bosé la emoción, la piedad, y el amor por el artista que fue Antonio Vega, y su caída de ángel entre agujas y rayas.

Antonio, nos emocionaste, te maltrataste, y ahora te has marchado. Solo de escuchar la canción, se me humedecen los ojos. Te deseo lo mejor, te deseo la paz allí donde te encuentres, o al menos, la placidez que da la inexistencia.

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