miércoles, 18 de marzo de 2009

El miedo a estar solo


Anoche, viendo la tele, y tras un día en el que las cosas no me habían ido especialmente bien, me dispuse a ver una de esas series americanas que, sin ser demasiado buenas, me entretienen. Ya me conocéis, y para los que no, pues las series de policías y demás agencias estadounidenses me chiflan.

En esta ocasión, un joven agente, presumiblemente afectado porque uno de sus compañeros había sufrido una importante lesión en acto de servicio y se reincorporaba al trabajo, para admiración de todos, antes de tiempo, intenta de todas las formas posibles impresionar a su jefe de equipo, llegando a cometer una estupidez enfrentándose solo a un joven a punto de activar una bomba.

Tras el día que había tenido, esa tontería de la serie (es que le doy muchas vueltas a todo), me hizo reflexionar acerca de las cosas que algunas personas podemos llegar a hacer por no perder el afecto de los que amamos, o simplemente de los demás.

Algunas personas necesitan hacer llegar a su entorno continuamente como un pequeño grito ahogado que dice "estoy aqui, no me olvidéis", y ese grito puede tomar formas de muchos tipos: afán de protagonismo continuado, un comportamiento inadecuado o estridente, o, simplemente, ir contracorriente, o incluso dejar de comer.

Estas cosas son muy básicas: por afecto, por no sentir el abandono, somos capaces de mucho más, de muchísimo más, pero me remito a ejemplos cercanos, recientes, y conocidos.

Me pregunto si, por conservar el afecto que más me importa conservar, seré capaz de ir contracorriente, sacrificarme, y dejar esta rebeldía psicótica que me posee desde hace tiempo y me impele a hacer todo lo contrario a lo que se supone soy capaz de hacer para mantener el estado ideal de las cosas.

2 comentarios:

  1. A través del espejo3 de abril de 2009, 11:18

    Me gusta leerte, aunque te siento un poco agobiada por una realidad que no es tan real:

    " -- Creo que iré a su encuentro -- dijo Alicia, porque aunque las flores tenían ciertamente su interés, le pareció que le traería mucha más cuenta conversar con una auténtica reina.
    -- Así no lo lograrás nunca-- le señaló la rosa -- Si me lo preguntaras a mí, te aconsejaría que intentaras andar en dirección contraria. "

    Y al igual que la rosa le comentó a Alicia, dejar de platicar con flores para hablar con una auténtica reina requiere de medidas drásticas.

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