viernes, 23 de julio de 2010

I'm doing it for Music, i'm doing it for love


Creo que algo así dice una canción del grupo portugués The Gift que me encanta, pero si no lo dice, al menos lo que creo que dice (trabalenguas) me sirve para empezar esta entrada.

Quien me conoce sabe que adoro la música. Y la verdad es que no sabría decir a quién no puede gustarle. (Recuerdo que cuando era pequeña, un chico al que le gustaba me dijo que la música no le importaba nada, y automáticamente le descarté como pretendiente. Jajaja).

Recuerdo como un día glorioso de mi infancia cuando descubrí que las canciones tenían letra, decían ALGO. Pasé a ser consciente de este hecho, y fue toda una revelación. Me pasó con la canción de Mecano esa del cementerio. Guau.

En la adolescencia, la música pasa a formar parte de la personalidad que se va formando, se va entretejiendo contigo mientras creces, las canciones, y la manera de vestir y de enfrentarte con el mundo van inevitablemente unidas.

Recuerdo en el colegio, cuando mis amigos y yo escuchábamos "la mejor música del mundo". A Luisito le gustaban los Guns&Roses, y cantaba sus canciones en el autobús. A Andrea, que estaba enamorada de Luisito, le gustaba sobre todo Nirvana, y lloró en el patio abrazada con Tatiana cuando Kurt Cobain se suicidó. Por amor a Luisito se empapó de las proezas de Axl Rose. Yo era más de Pearl Jam, y me gustaba Mike Olfield y David Bowie, y U2. También descubrí a Björk.

En el instituto la cosa siguió elaborándose. Oíamos a la Dolores O'Riordan pegar gritos en la radio camino de Jerez, y Ricardo traía cintas grabadas al autobús con canciones de Silverchair, Alice in Chains, Red Hot Chili Peppers, y por supuesto Nirvana. Qué tiempos aquellos, de camisas de cuadros y botas Dr. Martens.

¿Y ahora? Ahora los chavales y chavalas llevan piercings en lugares que nunca imaginé, y cultivan musculitos ellos y ellas largos cardados. Lo más es el reggaeton, lo último de Daddy Yankee y, con un poco de suerte, David Bisbal. ¿Qué está pasando? ¿Me estoy volviendo vieja e idiota, ahora que voy a por los treinta años? ¿Por qué no puedo dejar de sentir que la música que escuchábamos antes, en nuestra adolescencia (los de mi generación) era muchísimo mejor que la que escuchan los teens y tweens de ahora? ¿Me engaño a mi misma?

Hoy, con una hermana de diez años, una tween camino de ser teen, no puedo evitar pensar si puedo hacer algo para que no derive en esos gustos musicales que a mí se me antojan repugnantes. Aunque es inteligente, y una gran aficionada al manga y al anime (y qué bien dibuja, oiga!), el otro día me cantó enterica la canción de una tal Ke$ha. Oh no.

Cómo cambian los tiempos, ¿no?